"Si no has hecho cosas dignas de ser escritas, escribe al menos cosas dignas de ser leídas".
Giacomo Casanova

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16 de abril de 2010

La mano - Patricia Highsmith

THE HAND
Cuento incluido en Little Tales of Misogyny
PATRICIA HIGHSMITH

Un joven le pidió a un padre la mano de su hija, y la recibió en una caja… su mano izquierda.
El padre: «Pediste su mano y la tienes. Pero en mi opinión querías otras cosas y las tomaste».
El joven: «¿Qué quiere decir?».
Padre: «¿Qué crees tú que quiero decir? No puedes negar que soy más noble que tú, porque tomaste algo de mi familia sin pedirlo, mientras que, cuando me pediste la mano de mi hija, yo te la di».
En realidad el joven no había hecho nada innoble. El padre era simplemente un desconfiado y tenía una mente sucia. Legalmente el padre podía hacer al joven responsable del mantenimiento de su hija y lo exprimió financieramente. El joven no podía negar que tenía la mano de la hija… aunque ahora, desesperado, y tras besarla, la había enterrado. Pero es que ya tenía casi dos semanas.
El joven quería ver a la hija, e hizo un esfuerzo, pero estaba completamente acorralado por los insistentes comerciantes. La hija estaba firmando cheques con su mano derecha. En vez de desangrarse hasta morir, mejoró rápidamente.
El joven anunció en los periódicos que ella había abandonado el hogar. Pero tenía que probar que alguna vez había disfrutado de él. Ni siquiera aquello era ‘un matrimonio’ por el juzgado o por la iglesia. Y sin embargo no había dudas de que él tenía su mano, y había firmado un recibo cuando le trajeron el paquete.
«¿Su mano en qué?», preguntó el joven a la policía, desesperado y sin un solo penique. «Su mano está enterrada en mi jardín».
«¿Es que encima eres un criminal? ¿No sólo eres un desordenado en tu vida, sino que también eres un psicópata? ¿Por casualidad cortaste la mano de tu esposa?».
«No lo hice, y ni siquiera ella es mi esposa».
«¡Tiene su mano y aún así no es su esposa!», se burlaron los hombres de la ley. «¿Qué haremos con él? Es muy poco razonable, incluso puede que esté loco».
«Encerrémoslo en un manicomio. También está sin un duro, así que tendrá que ser una Institución del Estado».
Así que el joven fue encerrado, y una vez al mes la chica cuya mano había recibido venía a mirarlo a través de la alambrada, como una esposa consciente de sus deberes. Y como la mayoría de las esposas, no tenía nada que decir. Pero sonreía de una forma tan bonita. Ahora su trabajo proporcionaba una pequeña pensión que ella estaba percibiendo. Su muñón estaba oculto en un manguito. 
Debido a que, al verla, el joven se disgustó mucho con ella, fue colocado en una sala mucho más desagradable, privado de libros y de compañía, y se volvió realmente loco.