"Si no has hecho cosas dignas de ser escritas, escribe al menos cosas dignas de ser leídas".
Giacomo Casanova

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19 de mayo de 2011

Bar Sport (III)

traducción del libro Bar Sport, de Stefano Benni (Feltrinelli, Milan, 1997)

Entretenimientos [1ª parte]

maquina-del-millon-2 Cualquier bar Sport posee un reclamo tanto mayor cuanto más intrínsecamente posee entretenimientos: por ejemplo, es perfectamente inútil que un bar posea un buen billar si no tiene un buen tonto del bar. E igualmente, un bar que posee un tonto de óptima calidad no puede competir con un bar que tenga un tonto mediocre, pero que pueda pavonearse con un sombrero olvidado por Haller[1]. Los bares de más clase tienen un auténtico mercado de entretenimientos, con piezas preciosas: un buen técnico para las discusiones del lunes, por ejemplo, llega a valorarse en medio millón; un ordenanza cantante cejijunto vale al menos dos flippers o mejor un flipper y una foto gigante firmada por Bartali sobre el Izoard[2]. Pero veamos los detalles.

Los flippers

Cualquier bar Sport posee un flipper o dos, y al menos un jugador profesional de flipper. El flipper funciona con fichas, con botones, con trocitos redondeados de azulejo, con arandelas: en suma, con cualquier objeto redondo que no sea una moneda de cincuenta liras. Si se introduce en el flipper una moneda de cincuenta liras, éste emite un rumor ahogado, vibra durante unos segundos y se bloquea. Entonces hay que llamar al dueño, el cual le pega un puntapié al flipper, que no devuelve inmediatamente la moneda. En este momento, del fondo de la sala surge un individuo que lo sabe todo sobre los flippers. Pide una llave inglesa y alambre de espino. Después de una hora se va, diciendo que en toda su carrera ha encontrado un flipper igual, y que seguro que es un defecto de fabricación. flipperCasi siempre, estos individuos sierran las patas del flipper y ejecutan otros actos de sadismo sin el más mínimo resultado. La única manera de hacer funcionar la máquina es introducir una zapatilla de fontanería. El flipper volverá a funcionar, devolviendo cincuenta liras falsas.

Un flipper de buena calidad emite mil tipos de estrepitosos disparos, tanto que muchos clientes levantan las manos. En cualquier caso, el ruido de un flipper puede ser fácilmente solapado por una discusión a tres bandas sobre la Fiorentina[3].

El profesional del flipper, o experto en flippers, tiene una edad media de diecisiete años y se distingue por un estuche de cuero negro que lleva siempre bajo el brazo. En él guarda los índices de sus manos derecha e izquierda, o lo que es lo mismo, sus herramientas de trabajo. Cuando se dispone a jugar, los saca de la funda, los monta con todo cuidado, y luego durante diez minutos hace unos ejercicios de dedos que llaman “de carteristas”, por su semejanza con el gesto napolitano que significa birlar. Entonces se pega al flipper y comienza a jugar. El verdadero jugador, además de con los dedos de las manos, juega con los pies, dando patadas, y con la zona púbica, con la cual sacude al flipper como en una relación sexual, con los ojos en blanco; y con los hombros que se agitan sin interrupción. Normalmente permanece enganchado de cuatro a cinco horas, pero algunos pueden resistir todavía más: en América un puertorriqueño de catorce años permaneció pegado a la máquina diez días, antes de que el camarero se diese cuenta de que se había quedado tieso por una sacudida eléctrica de 20.000 voltios.

El cometido del jugador profesional es hacer el récord y escribirlo en el flipper. Un flipper corriente tiene normalmente en su parte trasera las siguientes inscripciones: Gianni 24.000; Aldo 34.524; debajo: mentira. Nino 39.989; debajo: no te creemos. Gianni 65.892 – testigos Aldo Graffi, Amos Natali (firmas); Rossano 42.654.788 – en presencia de (siguen 54 firmas falsas).

La pesca del bombón de licor

bombones-licor La pesca del bombón de licor se hace partiendo de la base de un cartón para hacer agujeros. Con cien liras se hace el agujero y se saca una bolita de color que da derecho a un premio. Detrás del cartón están expuestos conejos de trapo altos como utilitarios, huevos de pascua gigantescos y monstruosos perros de peluche que llevan sobre la espalda un alud de bombones. Pero nunca, en la historia de la humanidad, se ha visto que nadie consiga uno de estos objetos. Un viejito, en Varese, juró haber visto son sus propios ojos cómo un soldado alemán ganaba en el 44 una oca gigante llena de caramelos, pero nadie lo creyó y fue tachado de arteriosclerótico. Por el contrario, en esta pesca es muy fácil conseguir bombones: son bombones rellenos de licor pero normalmente, al abrirlos, se descubren avanzados procesos de cristalización, estalactitas, bloques de cemento, en suma, cualquier cosa salvo el líquido originario. En Parma, un profesor de instituto descubrió en un bombón una gruta calcárea natural, con corrientes subterráneas, rica en minerales desconocidos.

La pesca del bombón es muy practicada en los bares de los núcleos más pobres, donde muchas personas han tenido que contraer hipotecas sobre su casa para poderse permitir el vicio, y durante años alimentan a sus hijos con bombones. Por lo común, el agujereador de bombones acaba, a la vuelta de pocos años, hundido en la miseria de su insana pasión, y termina intoxicado por el licor casero, de clínica en clínica, donde pasa todo el tiempo haciendo agujeros en las cajas de zapatos con un mondadientes.

El futbolín o (en el bar de la derecha) fútbol de mesa

futbolin El futbolín es uno de los deportes italianos más difundidos. Se trata de un juego en el cual, con algunos hombrecitos de madera, hay que meter una bolita en el calcetín adversario. Digo calcetín porque casi siempre el agujero de la puerta contraria está cerrado precisamente con un calcetín, pequeña treta mediante la cual se puede jugar con la misma bolita toda la tarde.

El futbolín es un deporte cansadísimo. El verdadero jugador lo practica casi completamente desnudo o en paños menores, al ser un juego que da una terrible calor. Y también es ruidosísimo, especialmente si lo juegan las mujeres. La mujer más calmada y silenciosa, cuando juega al futbolín, emite agudos y gritos espantosos, acaba vencida por una risa convulsa y pierde los zapatos. Los psicólogos, por esto, ven el futbolín como un deporte con una fortísima carga sexual (lo confirma, entre otras cosas, el hecho de que las mujeres, durante las partidas, acostumbran casi siempre a dar codazos en los huevos a los compañeros), y por esta razón, precisamente, lo aconsejan vivamente a las parejas en crisis.

El billar

El billar es el rey de los juegos importantes. Tiene lugar en una gran mesa cubierta de paño verde, con cuatro bolas blancas, cuatro rojas y una bolita azul. A un lado del billar, al inicio del juego, se ponen los jugadores, y en los otros tres lados los tocapelotas.

billar Las bolas son de material duro, magnetizado hacia el centro de la Tierra, donde están de hecho tentadas de volver metiéndose bajo los armarios y en los lugares más remotos. La mesa es perfectamente horizontal, al menos el primer día; después tiende a convertirse en uno de los siguientes tipos:

Billar lento, o que no corre. Con enorme frecuencia su lentitud se debe a manchas de grasa, tabaco, vino y escupitajos que arruinan el paño verde, dando origen a un terreno de tipo árido-desértico. Sobre este billar las bolas avanzan con gran fatiga, levantando polvo y ramas secas, y sólo los jugadores más fuertes consiguen hacer más de dos bandas.

Billar veloz. El uso ha transformado el paño verde en una especie de duro vidrio. Las bolas alcanzan velocidades de 340 Km por hora, y a menudo deben ser abatidas a tiros ante la imposibilidad de detenerlas. Los jugadores avezados en este billar tienen manos ligerísimas, tanto que requieren que un compañero les ponga la bola en la mano, pues no tienen fuerza para levantarla.

Billar traidor, o accidentado. Son los billares mantenidos en lugares de temperatura no constante. A veces, por el frío excesivo, llegan incluso a arrugarse y adoptan el tamaño de un fregadero; o bien se llenan de barrancos, tanto que todas las bolas deben llevar un mapa de montaña. O bien, por el calor, se arquean y adoptan forma trapezoidal, de estrella, de montaña rusa, de arca de Noé.

Billar ocupado. Es un tipo de billar muy común, odiado por todos los jugadores. Absolutamente normal en el resto de los aspectos, juegan en él dos vejetes lentísimos que nunca lo dejan libre.

Billar encajado. Es un billar situado en un lugar muy estrecho, es decir, en una habitación ocupada enteramente por el billar. Se juega lanzando las bolas a través de un agujero en el muro de la estancia contigua.

Billar de paso (o water-billar). Es un billar situado a la entrada de los servicios del bar. Mientras se juega, los parroquianos pasan por encima desabrochándose los pantalones. En los locales más vulgares el billar se coloca en el mismo servicio, y el problema que se presenta es de otro cariz.


[1] Helmut Haller, jugador alemán de fútbol que militó durante casi toda su vida deportiva en equipos italianos.

[2] Gino Bartali fue un corredor ciclista que ganó el Tour de Francia en 1948. El puerto de Izard está en los Alpes, y se subió ese año en el Tour.

[3] Equipo de fútbol de Florencia.

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