"Si no has hecho cosas dignas de ser escritas, escribe al menos cosas dignas de ser leídas".
Giacomo Casanova

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6 de agosto de 2010

La coqueta

THE COQUETTE
Cuento incluido en Little Tales of Misogyny
PATRICIA HIGHSMITH

Hubo una vez una coqueta que tenía un pretendiente del que no se podía deshacer. Él tomó en serio sus promesas y confesiones, y no la dejaba. Incluso creyó sus insinuaciones. Esto la molestaba, porque entorpecía la posibilidad de nuevas relaciones ocasionales, con sus regalos, halagos, flores, cenas y todo eso.

Al final Yvonne insultó y mintió a su pretendiente Bertrand, y no se le entregó literalmente nunca... lo que era aún menos comparado con el nunca que ella se daba a sus otros amigos masculinos. Aun así, Bertrand no cejó en sus atenciones, porque consideraba el comportamiento de ella normal y femenino, un exceso de modestia. Ella incluso le largó un sermón, y por una vez en su vida dijo la verdad. Deshabituado como estaba a la verdad, presumiendo falsedad en una mujer bonita, él entendió sus palabras al contrario, y continuó con su baile de atenciones.

Multiple choice, Joyce BallantyneMultiple choice – Joyce Ballantyne

En su casa, Yvonne trató de envenenarlo usando arsénico en las copas de chocolate, pero él se recuperó y lo tomó como una prueba encantadora y enorme del temor de ella a perder su virginidad, aunque la había perdido a los diez años, cuando había dicho a su madre que fue violada. De esta manera Yvonne había enviado a prisión a un hombre de treinta años. Durante dos semanas había estado intentando seducirlo, diciendo que tenía quince años y que estaba loca por él. Fue un gran placer para ella arruinar la carrera del hombre, hacer infeliz y avergonzar a su mujer, y desconcertar a su hija de dieciocho años.

Otros hombres advirtieron a Bertrand. “Todos lo hemos conseguido”, dijeron, “incluso nos hemos ido a la cama con ella una o dos veces. Tú ni siquiera has tenido eso. ¡Y ella no vale la pena!”. Pero Bertrand pensó que, a los ojos de Yvonne, él era diferente, y aunque se daba cuenta de que su pertinacia se salía de lo común, la consideraba una virtud.

Yvonne azuzó a un nuevo pretendiente para que matara a Bertrand. Se ganó la lealtad del nuevo pretendiente prometiéndole que se casaría con él si eliminaba a Bertrand. Y dijo lo mismo a Bertrand respecto del otro hombre. El nuevo pretendiente desafió a Bertrand a un duelo, marró su primer disparo y entonces empezó a hablar con su pretendida víctima (la pistola de Bertrand se había negado en redondo a disparar). Descubrieron que ambos habían recibido promesas de matrimonio. Entretanto, ambos hombres le habían hecho regalos caros y le habían prestado dinero en pequeñas crisis durante los últimos meses.

Estaban resentidos, pero no se les ocurría ninguna idea para frenarla. Así que decidieron asesinarla. El nuevo pretendiente fue a verla y le dijo que había matado al estúpido y persistente Bertrand. Entonces Bertrand llamó a la puerta. Los dos hombres fingieron pelear. En realidad, empujaron a Yvonne entre ellos y la mataron de varios golpes en la cabeza. Su historia fue que ella intentó interferir y que recibió un golpe por accidente.

Dado que el juez del lugar también había sufrido en sus carnes la coquetería de Yvonne, y que los parroquianos se habían reído de él por ello, se mostró secretamente complacido de su muerte, y sin más dejó a los dos hombres libres. También fue suficientemente inteligente para saber que los dos hombres podrían no haberla matado si no se hubieran encaprichado con ella... un estado que inspiró su piedad, teniendo sesenta años como tenía.

Sólo la criada de Yvonne, que siempre había obtenido buenos sueldos y propinas, asistió a su funeral. Incluso la familia de Yvonne la detestaba.