"Si no has hecho cosas dignas de ser escritas, escribe al menos cosas dignas de ser leídas".
Giacomo Casanova

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22 de junio de 2011

Bar Sport (V)

Traducción del libro Bar Sport, de Stefano Benni
(Feltrinelli, Milan, 1997)

El Técnico

El técnico de bar, más comunmente llamado “ténico” o incluso “profesor”, es la columna vertebral de cualquier discusión de bar. Es el alma, la sangre, el oxígeno. Se presenta en el bar diez minutos antes del horario de apertura: es el que ayuda al dueño a levantar el cierre. Su puesto está en el fondo de la barra, apoyado sobre un codo. Lo reconoceréis porque no se sienta nunca y lleva impermeable y sombrero incluso en verano. Desde su rincón el técnico observa y espera que dos personas del bar comiencen la charla. Apenas una de ellas abre la boca, él enciende un cigarrillo y cae como un ave rapaz sobre la discusión. Al acercarse, emite el sonido del técnico: “Mire, sabe lo que le digo”, y sacude la cabeza.

El técnico permanece en el bar toda la mañana: en los raros momentos de descanso entre una discusión y otra, estudia la “Gazzetta dello Sport”. En la pausa para la comida corre al buffet de la estación, que siempre está abierto, y se lo puede ver, con el periódico colgando del bolsillo, mientras aborda a los que vuelven del trabajo tratando de pegar la hebra hablando de Anastasi*. Normalmente come sólo aperitivos, aceitunas, patatas fritas y café, veinte normales y veinte descafeinados cada día. A veces va volando a casa y come invariablemente tortelloni, incluso los engulle diciendo: “Tengo prisa, tengo que ir a la oficina”. La oficina es el bar, donde el técnico reaparece a las dos menos diez para quedarse hasta la hora de cerrar. A medianoche, el técnico regresa al bar de la estación, donde espera el periódico hasta las cuatro, y acompaña a casa a todos los amigos para las últimas discusiones del día. Se va a la cama y habla en sueños recitando clasificaciones hasta las siete o siete y media.

Otra característica del técnico es la mirada: mira siempre con un ojo cerrado por el humo y con el otro abierto en una rendija, rojo como brasas y ligeramente lacrimoso, la cabeza inclinada hacia un lado. El busto está ligeramente inclinado hacia delante hasta abrazar al que escucha; la mano izquierda gesticula; con la derecha, sosteniendo el cigarrillo, el técnico os da continuamente pequeños empujones, o golpecitos en el esternón, u os acorrala contra el muro mientras habla.

¿De qué habla un técnico? De fútbol, de deporte en general, de política, de moral, de coches, de agricultura, de los precios de la fruta, de diabetes, de sexo, de tractores, de cine, de atascos, de espionaje. En una palabra, de todo. Cualquiera que sea el tema tratado, el técnico lo conoce por lo menos diez veces mejor que el ocasional interlocutor, es más, dirá, es una de las cosas que más le ha interesado desde niño. El verdadero técnico a menudo sustenta sus conocimientos con parentela. Por ejemplo: si se habla de comunismo, él tiene un cuñado que trabaja en Togliattigrado; si se habla de pesca submarina, tiene un hermano prometido desde hace seis años con un mero; si se habla de construcción, tiene un primo peón, y así siempre. Por otro lado, ha sido compañero de escuela de todos los ministros del arco constitucional, que a menudo le telefonean para desahogarse y hacerle confidencias.

¿Cómo habla el técnico? El técnico habla un italiano ligeramente modificado. Por poner un pequeño ejemplo, coloca una a delante de muchas palabras: arradio, agratis, me afalta. Usa generosamente la g: gangio, gabina. Cita continuamente del latín: sine qua non (estamos aquí, ¿no?) o fiat lux (fíate tú). Usa verbos con el subjuntivo táctico: si me lo dijieras antes, iría. Recompone palabras inglesas: croch (cross), frobil (football). Usa palabras acopladas, por ejemplo: Janich, el viejo baluastro de la defensa rojoazul (baluastro= baluarte + astro).

El técnico de fútbol vive en simbiosis con otro personaje, que es “el hombre del sombrero”. En todos los corrillos, de hecho, si observáis bien, mientras que en el centro se encuentra el técnico, ligeramente desplazado hacia la periferia hay un hombre con un sombrero calado sobre la nariz y los brazos a la espalda. Este segundo personaje parece sentirse obligado a intervenir con tremendas animaladas que hacen perder los estribos al técnico. Aunque invitado repetidas veces a ocupar el centro del corrillo por el técnico, prefiere colocarse a lo largo de la circunferencia hablando desde distintas posiciones, de manera que el técnico está obligado a contestarle girando en redondo.

Todos saben que el momento más importante para un técnico futbolístico de bar es cuando, el día antes de un partido de la selección, debe dar su alineación. El técnico, en este punto, reúne a una veintena de personas y empieza: “En la portería, seguramente, pondría a Zoff. Terzini, Rocca y Fedele”. Y explica el porqué de su elección: Zoff es un seguro. Rocca es mejor que Facchetti porque los ha visto a los dos en la televisión y Rocca le ha parecido más en forma. Y es que a Fedele lo ha visto en el campo, y corría y subía al ataque. En este punto el hombre del sombrero interviene y dice: “Pero qué dice. Si no se tenía en pie”. Entonces, el técnico cuenta, una por una, las ochenta acciones de Fedele en el partido anterior. Muy a menudo está preparado para la ocasión y trae consigo un cuaderno de notas. Después cita de memoria las crónicas de los cuatro periódicos deportivos. Pero hete ahí que el hombre con el sombrero, poniéndose a la derecha, dice desde el techo de un coche: “Fedele tiene menisco”. Todos entonces se vuelven alarmados hacia el técnico, para pedirle explicaciones. El técnico los calma con un gesto de la mano y repasa los últimos cuarenta casos de menisco del campeonato italiano. Explica brevemente en qué consiste la operación; es más, si alguno se presta, le corta un trozo del pantalón y lo opera sobre la acera con un cortaplumas, mostrando a los presentes la función de los ligamentos de la rótula. O bien extrae del coche un modelo anatómico de rodilla humana y lo ilustra. Así pues continua:

“Defensa Morini, líbero Burgnich, mediocentro izquierdo Re Cecconi. En la derecha Mazzola, extremos Benetti y Rivera, en la izquierda Riva, delantero centro Savoldi”.

El hombre con el sombrero aparece de una alcantarilla por la izquierda y dice. “¿Savoldi? ¿Estamos locos, Savoldi? “.

“¿Y por qué?” le preguntan.

“Porque tiene los pies pequeños”.

Entonces el técnico se vuelve de un color técnico iracundo, que es una bonita variante del rojo usada también para los trajes. Después comienza a gritar todos los números de zapatos de los delanteros centro italianos desde 1947, como un poseso: “Meazza 40, Piola 41, Charles 42, Pivatelli 40”, diciendo que el pie pequeño, a no ser que sea de cerdo, no constituye ningún hándicap. El hombre del sombrero rebate: “Sí, pero Savoldi tiene un 39”.

“¿Y usted cómo lo sabe?”

“Soy su zapatero”.

(No es verdad. Todos los hombres con sombrero son, además de incompetentes, malvados y mentirosos).

Entonces el técnico grita. “Usted es un técnico de serie C”, que en un bar es una ofensa casi mortal, y el hombre con el sombrero replica: “¡Son aquellos como usted los que mandan a la ruina a la selección!” y en cuestión de instantes se zurran. La gente los separa. El técnico se aleja con aire de superioridad. El hombre del sombrero, convertido en dueño del campo, declara que Italia no ganará jamás un campeonato mientras siga teniendo a Pelé en la portería. Lo cogen, lo vapulean, y lo largan con el camión de la basura.


*Anastasi: futbolista delantero centro de la Juventus y del Inter de Milán

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