"Si no has hecho cosas dignas de ser escritas, escribe al menos cosas dignas de ser leídas".
Giacomo Casanova

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29 de julio de 2011

Bar Sport (VI)

Traducción del libro Bar Sport, de Stefano Benni
(Feltrinelli, Milan, 1997)

El profesor

El profesor Piscopo era un señor distinguido, con una hermosa barba entrecana y los bigotes aglio, olio e peperoncino*. Cuando en su bello acento napolitano contaba con el mismo énfasis el suicidio de Séneca o la caída de Savoldi** , dentro del bar no se oía una mosca. “Lo ha dicho el profesor” era una frase que zanjaba cualquier discusión. Sus divagaciones sobre la naturaleza del alma humana y sobre el significado de la existencia eran escuchadas con gran atención y al final todos, puesto que no habían entendido casi nada, ponían cara triste y se daban grandes golpes en los hombros diciendo “Valor, amigo mío, qué se le va a hacer” y lanzaban grandes suspiros.

Pero más que como experto en filosofía, el profesor era muy estimado como experto en traseros femeninos. Cuando en el bar entraba una señora bien dotada y se encendían las discusiones, enseguida alguien lo cortaba y decía: “Ahora preguntemos al profesor”. Se colocaba al profesor en una silla en dirección al objetivo, él se ponía las gafas, examinaba y de vez en cuando se tocaba la barba y murmuraba “Veamos, veamos”. Por último levantaba la cabeza y declaraba en voz alta. “Carnoso, equilibrado, bien armado. Seis y medio”, o: “Miguelangelesco, abundante , de gran efecto plástico. Siete y medio”, o bien: “Sobrio, nervioso, pero no exento de gracia. Seis justito”. Todos asentían admirados.

El profesor era amable y cortés, pero una cosa lo enfurecía: los errores en el italiano. Si alguien le decía: “¿Puedo ofrecernos un café?” respondía tajante: “Estudia la gramática y vuelve a ofrecérmelo en octubre”. Una vez se quedó encerrado en el ascensor durante tres horas con Ciccio, el chico de los recados del bar, que seguía diciéndole: “¿Quién sabe si alguno venga a sacarnos? ¿Y si probásemos que gritásemos? Cuando lo sacaron fuera, el profesor era presa de una grave crisis histérica, y tuvo que estar en cama dos semanas a base de sémola y libros de Pirandello.

Enseñaba filosofía en el Cavalcanti, el instituto más elegante de la ciudad, donde los bedeles estaban vestidos con librea, y en lugar del cuarto de hora de recreo había un breve cóctel con traje de etiqueta. Por el día era un enseñante intachable: por la noche, en cambio, vagaba por la ciudad con el sombrero calado sobre los ojos en busca de amor mercenario. Se decía que le gustaba hacerse atar a la cama, mientras la compañera ocasional escribía sobre una pizarra “Buenos y malos”, y debajo de “malos” su nombre, profesor Antonio María Piscopo. Entonces el profesor enloquecía de placer y empezaba a gritar. “Sí, soy muy malo, soy malísimo”, mientras se hacía dar varazos en los dedos.

Pero a pesar de este pequeño vicio, estaba bien considerado. A menudo aparecía en el bar algo achispado, declamando la Jerusalén Liberada o cantando canciones napolitanas. Si alguien le decía: “Profesor, hemos empinado un poco el codo”, él lo miraba severamente a los ojos y decía: “No estoy borracho. Estoy ligeramente eufórico por la ingestión de pequeñas cantidades etílicas. Además, ¿qué es un borracho?”.


QUÉ ES UN BORRACHO

Divagaciones filosóficas del profesor Piscopo

“Coged a una persona cualquiera, vertedle dentro seis o siete litros de cerveza, y haréis de él un borracho”, decía Schopenhauer a los alumnos de su curso de Pesimismo en la Universidad de Jena. Era una frase que el Maestro repetía a menudo, y los alumnos se preguntaban cada vez si su profesor era muy profundo o estaba muy borracho.

En realidad, Schopenhauer quería decir que cada uno de nosotros es un borracho en potencia. Naturalmente, estando borracho, necesitaba el parangón de la cerveza para dar una idea de la ebriedad. Si hubiera estado sobrio, hubiera usado otros términos, y no se habría tumbado en la silla.

En realidad, solía preguntarse a menudo el filósofo, ¿qué es un borracho? Y, pienso, cualquiera de vosotros se habrá hecho alguna vez la misma pregunta. No es, evidentemente, uno que bebe. Todos bebemos. No es ni siquiera uno que bebe mucho. Los camellos beben mucho, pero nunca he visto ninguno al que hayan pillado frente a un bar.

Schopenhauer, por ejemplo, daba esta definición de borracho: “Un borracho es aquella persona que después de haber bebido mucho vino, o cerveza, o bebidas alcohólicas, al final del día ve dos camareros detrás de la barra”. En realidad, es una definición equivocada, como le hizo notar Hobbes. Si por ejemplo en el mostrador del bar sirven marido y mujer, es decir, dos camareros, ¿todos los parroquianos del bar deben considerarse borrachos? Evidentemente no. Por tanto la definición exacta, según Hobbes, es la siguiente: “Un borracho es aquella persona que después de haber bebido mucho vino, cerveza y melaza, al final del día ve el doble de camareros que veía antes de beber”.

Aparte del hecho de que Hobbes, como habréis notado, ha incluido la palabra “melaza” en lugar de bebidas alcohólicas, y esto no es ontológicamente correcto, porque corresponde a un gusto subjetivo, no se ve cómo esta definición puede ser tenida por buena. “De hecho”, critica Schopenhauer, “la teoría del doble es absurda. Pongamos por caso que al principio, cuando el futuro borracho comienza a beber, en el mostrador esté sólo el marido, y que la mujer esté limpiando la trastienda. Al final del día el borracho no verá marido+marido: sino dos maridos y dos mujeres; esto es, cuatro veces el número inicial. Por otro lado, una persona que va al bar a divertirse, no puede ponerse a contar el número de camareros todo el rato para estar seguro de que se da cuenta de cuándo está borracho”.

La crítica de Schopenhauer es muy feroz, cierto, pero in re ipsa incontestable, al menos en este punto.

“Hobbes”, prosigue Schopenhauer, “puede continuar en su vana búsqueda de una definición matemática de la esencia de la ebriedad. En realidad, él es un bebedor de melaza y como tal debería limitarse a hablar de libros para niños. De todas formas, si se puede intentar una definición del borracho, yo sugeriría ésta: “Borracho es aquella persona que, después de haber bebido mucho vino, o cerveza o bebidas alcohólicas, no consigue estar de pie sobre una pierna sola y con los brazos abiertos, ni caminar derecho sobre una imaginaria línea recta”.

Definición granítica en la cual, sin embargo, incluso vosotros podéis encontrar alguna debilidad. Lo que no se le escapa a Hobbes, el cual solía decir que “En amor y en filosofía todo es lícito”, como bien sabían sus alumnos. Él atacó el edificio schopenhaueriano con los pesados mazazos de su dialéctica. Eliminó en primer lugar la presencia de la palabra “fernet”*** en el discurso del Maestro. “Evidentemente”, escribió Hobbes, “en la habitación donde ahora vive encerrado, Schopenhauer ha encontrado una botella de fernet, y esto ha desviado gravemente su perspectiva metodológica; de hecho su última definición es una obra maestra del formalismo, sin ningún contenido. Tomemos el hecho de ‘con una pierna sola y con los brazos abiertos’. Es obvio que bien pocas personas civiles se han encontrado en toda su vida en una posición similar. Y sin embargo, no pienso que deban ser consideradas borrachas. Ni siquiera el Papa, imagino, sabría quedarse sobre una pierna sola y con los brazos abiertos. ¿Quiere quizás Schopenhauer practicar un sutil anticlericalismo? Y además, ¿cómo debemos imaginar que funciona este criterio? ¿Tal vez que una persona deba entrar en un bar saltando sobre una pierna sola, para demostrar que no está sobria? ¿Y lo seguirá estando todo el tiempo que consiga estar en esa incómoda posición? ¿Y si pone el pie en el suelo, deberá ser considerada borracha desde ese momento? ¿Y cómo hará para beber si debe tener los brazos abiertos? Que Schopenhauer responda a esta pregunta y le regalaré una botella de brandy. Por otro lado, ¿qué quiere decir una ‘imaginaria línea recta’? Es obvio que, si ofrecemos espacio a la imaginación, el rigor científico se irá al diablo. ¿Y si yo no soy capaz de imaginar una línea recta sino sólo mujeres desnudas? Pero si incluso consigo imaginarla, ¿quién me dice que es recta, y que la fantasía no me juegue una broma pesada, y que no deba caminar toda la noche sobre una circunferencia? Creo que he sido claro aunque despiadado. Propongo por tanto, como mi última definición la siguiente, que me parece perfecta: “Borracho es aquella persona que, después de haber bebido mucho vino, o cerveza, o melaza, sale de sí”.

Definición breve, ilustrativa, que sin embargo, como podéis imaginar, no puede satisfacer completamente a una mente superior. “De hecho”, escribió Schopenhauer, “creo que estamos cayendo en el ridículo. La frase ‘sale de sí’ es una obra maestra de la tonteria. ¿Sale de sí? ¿Y a dónde va? Y si sale de sí, ¿deja dentro todo cuanto ha bebido? Entonces no está borracho. Y si se lleva detrás todo lo que ha bebido, ¿qué quiere decir el primer sí? Y el camarero, ¿a quién debe hacer pagar? ¿Al nuevo sí, al viejo sí abandonado, o a los dos? No quisiera que esta fuese una excusa para beber gratis a costa de quien trabaja.

“De todas formas, concedo una última oportunidad a la discusión. No para Hobbes, que está demasiado ocupado entrando y saliendo de sí como para hablar de filosofía, sino para aquellos a quienes interesa la civilizada disputa dialéctica. Diré entonces que ‘Borracho es aquella persona que ha bebido mucho, pero mucho, mucho vino, cerveza y bebidas alcohólicas'.”

Creo que la intuición del Maestro no necesita comentarios. Esta vez, incluso Hobbes estuvo de acuerdo y pagó la bebida.



*Ajo, aceite y pimiento: Es una expresión intraducible que alude al color de los bigotes.
** Jugador de fútbol napolitano implicado en apuestas ilegales.
*** Licor amargo.

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